jueves, 3 de noviembre de 2016

La Jaula de las Locas: Simplemente brillante


Una lección de respeto, amor y lealtad y de profesionalismo ofreció el elenco de La Jaula de las Locas en dos funciones en el Teatro del Estado.



Roberto Blandón y Mario Iván Martínez fueron "George" y "Zazá" propietarios de un centro nocturno de variedad, donde su relación fe de pareja sólida y respetable, funcionaba en medio de las lentejuelas, la música y el baile.


Todo marchaba bien hasta que el hijo de George, les anuncia que se iba a casar y que los padres de su novia eran demasiado conservador es, es donde el personaje de Roberto Blandón entra en conflicto con su controvertida pareja.


El lío se va entrelazando entre las presentaciones en el cabaret, donde "Zazá" es la reina del show.

Mario Iván Martínez en su papel de "Zazá" lució alrededor de 10 vestidos extravagantes y diferentes pelucas, el público lo agradecía en diversas muestras de afecto y aplausos.

Llamando la atención por su gracia y feminidad, el actor en una de sus intervenciones bajó a saludar a los asistentes y aprovechó para llevarla una copa al director musical Eduardo Soto, de paso pidió a todos un aplauso por su trabajo.

Entre susurros algunos presentes comentaban lo mucho que se parecía a su mamá Margarita Isabel, sobre todo cuando portaba una peluca de cabello rojo.

Los telones que armonizaban cada número estaban perfectamente sincronizados, algunos con luces y con tela de terciopelo, echaban a andar la imaginación y transportarlos a la edición de "La Cage aux folles", al mero estilo de cabaret francés.

El equipo de bailarines de hombres y mujeres presentaron números complicados en tap y estilo "cancán", donde hacían denotar su excelente condición física y su habilidad para no arruinar sus vestidos, maquillaje y o
peinados, además todos cantaban sus estrofas en vivo.

Un excéntrico mayordomo fue quien se llevo las carcajadas más sinceras de la noche al ser entrometido y ocurrente, además la presencia de la señora Aída Pierce fue pieza clave esa noche para "sazonar" la puesta en escena.

El transfondo real de la obra se acercaba a la tolerancia y al respeto a las preferencias sexuales que a pesar de que el libreto haya sido escrito en los años setenta, no tiene tiempo ni espacio que caduque.


LA CRONICA

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